A nivel fisiológico
La persona presenta perdida de energía, síntomas de agotamiento, fatiga, insomnio, hipersomnia, perdida del deseo sexual.
El estado de ánimo es una disposición emocional que caracteriza al ser humano, se suele hablar de buen o mal estado de ánimo, activado o deprimido y puede durar horas o días. Es de destacar que el estado de ánimo condiciona muchos aspectos de nuestra vida y se diferencia de las emociones en que es menos específico y más duradero.
Cuando nuestro estado de ánimo se mantiene en equilibrio, es muy probable que las tomas de decisión sean más acertadas en nuestra vida, además de gestionar los conflictos de una forma más adecuada y de estar abierto al bienestar y a la satisfacción personal.
Debido a ello es necesario tener clara la diferencia entre la tristeza y la depresión.
La tristeza se debe a la pérdida de una situación, o el no poder cumplir con nuestras expectativas, también cuando hay momentos dolorosos.
La tristeza es un sentimiento que te ayuda a gestionar esos momentos difíciles de la vida.
Algunas características de la tristeza son:
Dichas manifestaciones de tristeza, nos ayuda recuperar el equilibrio y sobrellevar la situación de la mejor manera posible. A diferencia de los trastornos del estado de ánimo que nos llevan a perder el equilibrio, pudiendo aparecer estados de tristeza de gran intensidad, insatisfacción, incapacidad de disfrutar, sentimiento de culpa, sensación de vacío, etc.
Por lo que podemos decir que la tristeza es un proceso adaptativo, necesario en el ser humano, ante situaciones difíciles de la vida y la depresión es un proceso patológico en el que hay una profunda melancolía e incapacidad para disfrutar de las situaciones y/o momentos que antes generaban bienestar.
Las personas que viven un estado depresivo, presentan un gran impacto tanto con su vida, como con su entorno familiar y social, en diversas ocasiones las personas más allegadas no saben cómo poder ayudarles, ya que su estado de ánimo es muy bajo y son incapaces de disfrutar de lo que viven en su día a día.
Los síntomas de la depresión se manifiestan en diferentes áreas de la persona, las cuales son:
Cuando hablamos de Depresión, encontramos diversas causas que la pueden desencadenar, entre ellos tenemos, factores genéticos, biológicos, bioquímicos, ambientales y psicológicos. La Psico- neuroinmunología plantea un puente entre los enfoques biológicos y psicológicos.
Diversos factores ambientales aumentan el riesgo de padecer Depresión, como situaciones de estrés, hábitos de sueño inadecuado, ausencia de vitamina D, mala alimentación, obesidad, inactividad física.
Desde el punto de vista psicológico, destaca, el manejo inadecuado del estrés, visualizar la vida de forma negativa, pensamientos negativos, elaboración inadecuada de un duelo, trastorno por malas noticias, sentimientos de pena y vivencias de sucesos traumáticos.
Se encuentran evidencias de que los estados depresivos, se asocian con cambios en la neurotransmisión del sistema nervioso central, además de la influencia genética. En estudios se ha demostrado que cuando un familiar cercano, (padres o hermanos) presenta depresión, hay una probabilidad del 25% de que se repita en otro miembro de la familia.
Los estudios muestran que el desequilibrio en los niveles de serotonina, que se encuentran en los espacios neuronales, afectan al desarrollo de una depresión. Debido a ello, los fármacos están diseñados para equilibrar dicho descenso a nivel de la serotonina, evitando un funcionamiento inadecuado.
De otro lado, las enfermedades asociadas con factores endocrinológicos, como es el hipotiroidismo o la diabetes, están relacionadas con inestabilidad en el estado de ánimo.
También es importante, destacar para el ser humano el refuerzo positivo, ya que mantiene una buena predisposición, por lo que una persona que tenga buenas experiencias, como obtener logros que le den satisfacción personal, es altamente probable que no presente un estado depresivo, pero si por el contrario la persona está expuesta a situaciones de malestar, acompañadas de una taza de reforzadores bajo, que le llevan a tener un desequilibrio en su estado de ánimo, puede desencadenar en cuadros depresivos.
Por último, los rasgos de personalidad, actúan como predisponentes, ya que una persona con características de personalidad psico-rígida, perfeccionista y autoexigente, son muy propensas a desarrollar un cuadro depresivo, debido a su baja tolerancia a la frustración, falta de autoestima e inseguridad.
La depresión afecta varias áreas de la persona como son:
Debido a que la persona presenta dificultades de concentración, atención y fallos en la memoria, genera una influencia directa en el rendimiento laboral, por lo que la persona siente que no puede llevar a cabo las tareas correspondientes.
Es de destacar que la persona se aísla socialmente y ello conlleva a perder las fuentes de apoyo, lo que le desmotiva y tiende a pensar que no quiere molestar a nadie con sus problemas, ya que sería una carga para los demás.
Debido a que presentan una baja tolerancia, con tendencia a ser más irritables, ello entorpece las relaciones familiares y poco a poco se aísla del entorno familiar.
La anhedonia (incapacidad para sentir satisfacción por las cosas que haces) es una de las características que presenta la persona con depresión, por lo que ello deriva en tener un alto grado de desmotivación y hace que se mantenga el pensamiento negativo de forma constante.
El suicidio es una consecuencia relevante, ya que la prevalencia del suicidio es 21 veces superior a la población en general.
El trabajo que se realiza con la persona está basado, desde el inicio en un análisis funcional y la intervención en conductas clínicamente relevantes.
Se trabaja en una frecuencia de dos sesiones por semana según el caso y luego se van espaciando para mantener una sesión semanal.
Se trabaja específicamente la relación terapéutica y la confrontación con su modo de funcionamiento para generar la experiencia de la desesperanza creativa.
A partir de ello la persona se plantea inquietudes y demandas propias y comienza a implicarse en mejorar facetas específicas de su vida que ella puede elegir libremente.
De otro lado, se trabaja con la familia terapéuticamente.
A lo largo de la terapia se incorporan elementos de la ACT, dirigidos a la toma de perspectiva y al fortalecimiento del yo como contexto, propiciando que la persona aprenda a elegir haciéndose responsable de lo que traen dichas elecciones y se prepara la construcción de una vida inherentemente reforzante para la persona, que es el objetivo último de la terapia.
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